Como un épico
romance te recuerdo,
Cuando te
conocí, en mi metamorfosis,
Quedé
impresionado de como transpirabas
Un agradable,
apasionado y sensual aroma
A flores de
cultura, arte, ciencia y estética.
Desde las
piedras talladas de los templos,
El acordeón
de los trenes,
Los ríos de
museos y festivales,
La comida
de mi tío en la provincia,
El agradable
olor a café
Entre tus
piernas y caderas estrechas,
Y hasta los
múltiples saqueos de Napoleón.
Todo te
quedaba tan bien y me atraías
Como el
polen a las abejas.
Permanecía
horas viendo las gárgolas tan perfectas
Sobre
aquellos numerosos pezones de tu cuerpo.
Exploraba por
horas y días cada rincón tuyo
Lleno de magia
y clichés y de un je ne sais quois.
Fue así que
me sedujiste y a pesar de que sabía que eras
Una de mis
madres, claudiqué ante tus encantos.
Y fue así
que al regresar
A mi remota
isla, me prometí que volvería
Y que a
pesar del tabú, retornaría para
Amarte y
acariciarte en cada recoveco,
Y así fue…
No fue
fácil, como en toda relación
Apasionada las
cosas se pusieron difíciles
Tu gusto
por exprimir a tus millones de amantes
Llenarnos de
estrés, angustia, depresión y suicidio.
Conocí tus
días grises que duraban meses,
Conocí tu
frialdad moribunda que hasta la
Gente deambulaba
pálida y de negro sobre ti,
Tus
horarios rígidos,
Conocí un
desfile de reglamentos,
Tu gran
rigidez y burocracia,
Me
desgastaste, hasta terminé enfermo
Del estómago,
pálido, cadavérico y aun así
Me encantaba
revolcarme sobre tus piernas
Tus brazos,
tus senos, tu sexo y perder
El contexto.
Incluso así
todo roto,
Cada día y
cada noche que pasaba contigo te seguía
Gozando y
adorando, aunque para ti yo no fuera nada,
Más que un
contribuyente más.
Pero como
en toda relación de miel y veneno
Tuvimos que
poner fin.
Sólo resta
agradecer que en la memoria flotan
Los buenos momentos.
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