jueves, 26 de diciembre de 2024

Los Cimientos del Vacío

Los Cimientos del Vacío

Imagen generada con ChatGPT

En el año 2145, la ciudad de Neón-Oasis era un mosaico de luces parpadeantes, caos ensordecedor e inhumanidad en su máxima expresión... pero no para Lucio. Lucio vivía en un mundo distinto.

Era un ejecutivo de alto nivel en EtherealNet, la megacorporación que proveía servicios de realidad aumentada personalizada. Había trabajado duro para llegar allí, o al menos eso creía. En su cabeza, un chip Neuralux Pro+, instalado a un costo estratosférico, le aseguraba una existencia sin fricciones.

Primero fue el ruido.

Los bocinazos de los autos creaban una cacofonía interminable que reverberaba en sus oídos, un rugido constante que no le permitía pensar con claridad. Cada hora, el tren pasaba, puntual como un castigo, temblando las paredes con su paso arrasador, dejando tras de sí un estruendo que parecía no desvanecerse nunca. Los altavoces de los vendedores ambulantes lanzaban ofertas chirriantes a todo volumen, como una lluvia de gritos que se mezclaba con el bullicio incesante de la ciudad, transformándose en una maraña de sonidos insoportables. Para colmo, las constantes quejas de su esposa se infiltraban en cada rincón de su mente, convirtiendo su hogar en un campo de batalla sonoro. Y como si fuera poco, las fiestas ruidosas de los vecinos, con su música estruendosa y ritmos populares que reverberaban a través de las paredes, parecían desbordarse cada semana, como una burla cruel a su desesperación. Desesperado, contrató el servicio Silencio Total™, que filtraba cada sonido desagradable y lo sustituía por una suave melodía de sintetizadores lo-fi, tan perfecta que parecía diseñada para envolverlo en un capullo de calma artificial.

Después vino el caos visual.
Las calles desbordadas de basura formaban montañas hediondas que bloqueaban aceras; las fachadas descascaradas de los edificios parecían ruinas de un mundo olvidado. Ratas enormes, casi del tamaño de un perro pequeño, se movían entre los desechos con una confianza aterradora, mientras los rostros de los transeúntes, marcados por el cansancio y la desesperanza, se volvían aún más difíciles de ignorar.

Pero con HologramView Premium™, todo desaparecía en un parpadeo. Su casa se transformaba en un santuario de perfección: pisos relucientes, jardines exuberantes con helechos tropicales que parecían susurrar con la brisa. Las calles, en lugar de ratas, se llenaban de tiernos conejos blancos que brincaban alegremente entre arbustos de flores virtuales, mientras transeúntes sonrientes —proyecciones fabricadas con precisión quirúrgica— transitaban con pasos seguros en un orden imposible. Nada de eso existía, pero para Lucio, era todo lo que importaba.

El siguiente paso fue lidiar con los insultos.
En reuniones con otros ejecutivos, solía recibir comentarios mordaces, pero su nuevo servicio Comedia Inteligente™ intervenía antes de que los escuchara. Donde alguien decía "Eres un incompetente arrogante", su chip transformaba el mensaje en algo como "¡Eres tan creativo que hasta tus errores son arte!" Lucio terminaba riendo, mientras su interlocutor lo miraba con incredulidad.

Luego estaba el espejo de su alma: su autoestima.
Cada mañana, al despertar, un coro de voces virtuales lo envolvía en halagos que rozaban lo exagerado:
—¡Eres la mente más brillante de nuestra era, Lucio!
—¡Sin ti, el mundo sería gris y vacío!
—Fuente infinita de genio.

Los Coaches del Ego™ no solo alimentaban su vanidad, sino que le ofrecían las justificaciones que necesitaba para sus decisiones más oscuras: despidos masivos, aumentos desmesurados de precios, la contaminación generada por su empresa.
—Es un sacrificio necesario para el progreso —le repetían una y otra vez, y él lo creía sin dudar.
—¿Pierdes tú o ellos? —le decían—. Obvio que ellos. Primero tú, luego tú, y después, tú otra vez. ¿Acaso no harían lo mismo si estuvieran en tu lugar?

Pero había un problema que incluso todos esos servicios no podían resolver: el sarcasmo de su hija adolescente, Elena.

Cada noche, mientras cenaban, ella bromeaba junto a su madre:
—¿Y quién es ese señor extraño que llega muy tarde en la noche, duerme un rato y se va temprano en la mañana?
Su esposa, con una sonrisa ácida, respondía:
—Ese hombre es tu papá, el gran semidiós ingeniero de realidad aumentada.

Lucio no soportaba aquellas bromas. Así que añadió otro servicio a su ya extensa lista: Teenage Shield™, una herramienta diseñada para filtrar y reformular los comentarios de adolescentes rebeldes en frases más neutras. Desde entonces, las burlas de Elena se transformaron en comentarios como:
—¡Qué suerte tengo de que papá trabaje tan duro por nosotros!

Y así, día tras día, Lucio seguía construyendo su mundo perfecto... hasta que todo colapsó.

El Colapso

Todo comenzó una mañana con un error inusual. Lucio intentó iniciar su rutina diaria, pero el chip Neuralux Pro+ no respondía. La melodía lo-fi que lo acompañaba al despertar fue reemplazada por los chillidos de los trenes a toda velocidad en las vías cercanas. Cuando miró por la ventana, no encontró las calles holográficas ordenadas, sino basura acumulada y el caos que siempre había estado allí, oculto bajo sus filtros.

Pensó que era un problema técnico pasajero, pero la realidad era mucho peor. Un mensaje urgente de EtherealNet llegó a su implante:

ALERTA GLOBAL: Un ataque cibernético masivo ha paralizado nuestros centros de datos. Los servicios de realidad aumentada y premium estarán inactivos durante un tiempo indeterminado.

Lucio se paralizó, incapaz de procesar lo que leía. Durante años, había dependido por completo de la infraestructura de EtherealNet, pero jamás imaginó un escenario donde todo pudiera fallar.

Los culpables eran un grupo de hackers conocido como los Neo Global Anonymous, quienes se habían infiltrado en los cien  Zeta centros de datos que sostenían la realidad aumentada del mundo. Su ataque coordinado había dejado fuera de servicio todo el sistema, desde los filtros visuales hasta los servicios de inteligencia emocional. Las consecuencias fueron inmediatas.

Sin el Silencio Total™, la cacofonía de la ciudad inundó su departamento. Gritos, bocinas y el murmullo constante de la vida urbana se colaron por cada rincón. Al salir de su habitación, encontró su casa en su estado real: una alfombra cubierta de polvo, platos sucios acumulados en la cocina y el aroma rancio de un lugar que no había sido ventilado en meses.

En el trabajo, las reuniones virtuales se convirtieron en un campo de batalla verbal. Sin el filtro de Comedia Inteligente™, los insultos de sus compañeros eran crudos y directos:
—Lucio, ¿en serio pensaste que esta propuesta iba a funcionar? Eres un pelmazo.

Pero lo que más lo golpeó fue su familia. Durante la cena, por primera vez en años, escuchó la broma completa de su hija Elena sin la intervención de Teenage Shield™:
—¿Quién es ese señor raro que aparece de vez en cuando en esta casa? ¡Ah, sí! El holograma que llamamos papá.

Mientras su hija bromeaba sobre él, Lucio sentía un nudo en el estómago. No era solo el sarcasmo, ni las palabras de su hija. Era el abismo silencioso que había creado entre ellos, un espacio lleno de años de desatención y tecnología que le había robado el contacto real.

La risa amarga de su esposa perforó su corazón como un dardo envenenado. Por primera vez, Lucio entendió que no era un miembro de su familia, sino un extraño.

Conforme pasaron los días, la presión se volvió insoportable. Sin los Coaches del Ego™, su autoestima se desplomó. Las críticas, las miradas acusadoras y los problemas acumulados se volvieron un peso inaguantable. Sin los filtros, el caos de la ciudad era una constante que no podía ignorar. Y sin la falsa seguridad de sus servicios premium, se vio obligado a enfrentar una verdad devastadora: había construido toda su vida sobre cimientos virtuales que ahora se desmoronaban.

Mientras Lucio luchaba por adaptarse a un mundo que nunca había conocido, cientos de millones más vivían su propia tragedia. El colapso no discriminaba entre usuarios básicos y Premiums, aunque para el 1%, la realidad golpeó como una bofetada inesperada. Enfrentarse al caos sin filtros provocó una oleada de ataques al corazón, pánico y desesperación. Para los que vivían abajo, sin siquiera un chip, todo esto era casi un espectáculo grotesco. Estaban acostumbrados al caos; la sorpresa para ellos fue ver a los intocables desplomarse bajo el peso de una verdad que siempre había estado allí.

Una noche, después de otra cena tensa, Lucio salió al balcón de su departamento. En el mar profundo de luces de neón, Lucio ya no veía la ciudad, sino su propio reflejo. La ilusión de haberlo tenido todo, de ser el único indispensable, desaparecía bajo el peso de su vacío. El brillo de las luces ya no era una promesa de éxito, sino una burla a la oscuridad que había dentro de él. Se apoyó en la barandilla y miró hacia abajo, contemplando el abismo que se extendía frente a él. Todo lo que había logrado, todo lo que había construido, no era más que una ilusión. Y ahora, sin esa ilusión, no quedaba nada.

La mañana siguiente, su familia despertó en un mundo que, aunque igual de imperfecto, ya no lo incluía; un mundo en el cual nadie es indispensable, absolutamente nadie.

Después de recobrar el control de la infraestructura de EtherealNet, en las oficinas de Lucio el gerente del área de realidad aumentada dio unas breves palabras en su memoria. Destacó sus grandes logros, su inigualable productividad y los sólidos cimientos que había construido para los nuevos mundos paralelos a la realidad. Pero apenas unos minutos después, se anunció el nombre de su reemplazo. Las actividades en la oficina continuaron como si nada hubiera pasado, el flujo incesante del progreso consumiendo una vez más a uno de sus engranajes.


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