Una IA Genial
Finalmente, terminamos esta IA diseñada para borrar cualquier rastro de publicaciones contestatarias. Tal y como lo pidieron los directivos: “En esta red social de videos de 5 segundos no queremos ningún tipo de rebeldía. La única rebeldía permitida es que los videos virales mueran rápido, reemplazados por otros más nuevos y más vacíos”. No me lo dijeron así, claro, pero está más que claro que es lo que buscan. Quieren videos que solo distraigan, que aíslen a las personas en su propia burbuja, apartándolas de todo pensamiento crítico. Videos cortos, uno tras otro, que atrapen la mirada y no la suelten, alimentando la enajenación. Y entre más morbosos, sexualizados, polarizados o escandalosos, mejor. Ni siquiera es un secreto.
"No buscamos contenidos largos ni profundos que inviten a la reflexión; solo queremos fragmentos diminutos, frívolos, que enganchen a la audiencia para que no dejen de deslizar con el pulgar hacia el próximo video." Así piensan, aunque no lo digan con esas palabras. Y nosotros, los ingenieros, somos los encargados de materializar ese pensamiento, de convertirlo en realidad. Así lo hacemos. Para eso nos pagan, ¿verdad? Así comemos y alimentamos a nuestras familias.
Lo hemos conseguido. Antes, todo esto requería un ejército de empleados, bots y revisores. Ahora, tenemos una IA que identifica y elimina automáticamente cualquier contenido crítico, reflexivo, cualquier atisbo de autoconsciencia o cuestionamiento que pudiera hacer a la gente pensar por sí misma. Vamos tan lejos en este camino, que algún día las palabras “criterio”, “crítico”, “contestatario”, “rebelde”, “pensante” y “reflexivo” desaparecerán de los diccionarios.
Estas fueron las instrucciones, y aquí está nuestra obra maestra, nuestra genial IA. Somos como esos ingenieros que fabrican armas de destrucción masiva: nos pagan por ello y punto. No hay opción. Nacimos en este sistema. ¿Qué otra cosa se supone que hagamos? ¿Irnos a vivir en la calle, pobres, discriminados y destrozados? Esta arma de destrucción masiva, que desarma a la gente y la desempodera, al menos mantendrá el “orden”. Habrá menos disturbios. Solo individuos aislados, atrapados en sus pantallas y sus mundos virtuales, cada uno en su pequeña burbuja.
No, no me culpo. Solo hago mi trabajo. Tengo un estilo de vida que mantener, y esta es la única forma de ganarlo.
Un nuevo día. Enciendo la computadora y abro mi bandeja de entrada, como siempre. Pero un mensaje llama mi atención entre tantos otros: "Debido a una reestructuración de la empresa, y en búsqueda de reducir costos gracias a la automatización de diversas tareas realizadas por IA, se ha decidido que su puesto ya no es requerido. Recibirá su liquidación conforme a lo previsto por la ley. Deberá desocupar su oficina antes de las 10:00 a.m. y dirigirse a Recursos Humanos para formalizar el proceso."
No puedo creerlo. Después de dar cuerpo y alma a esta corporación, después de obedecer cada capricho que me pedían… así es como me pagan. “¡Desgraciados!” pienso, y con la rabia desbordada, corro a entrar al sistema, con la idea de borrar el código clave de la IA. Pero es inútil. Todos mis accesos ya han sido eliminados.
Al llegar a casa, la ira se convierte en una tristeza sin fondo. Necesito consuelo, necesito a mi familia. Entro y ahí están: mi hija de 13 y mi hijo de 15, ambos pegados a sus teléfonos, como sedados bajo el efecto de una droga invisible. Ni siquiera levantan la mirada. Sus pulgares son los únicos que se mueven, deslizando hacia el próximo video corto cada cinco segundos.
Busco a mi esposa. La encuentro en el cuarto, tumbada en la cama, haciendo exactamente lo mismo que mis hijos. Apenas levanta la vista. “Hola”, murmura, sin apartar los ojos de la pantalla.
Y aquí estamos.
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