viernes, 9 de septiembre de 2011

UNA PIEL SIN TATUAJES

Les comparto otro cuento que forma parte de la antología de mi primer libro: El Vampiro Drogadicto.


Una lluviosa mañana, ella estaba en la casa de su amiga cuando notó que ésta sentada frente al televisor, no paraba de cambiar de canal.  Pasó por miles de canales y cada vez que cambiaba la señal, había anuncios. Ella pensó: “Qué mierda, ¿Cuándo fue el momento en que el hombre empezó a pagar para ver toda esta basura por el televisor?”, pero reparó en que su amiga no se cuestionaba ese fenómeno. Ella se levantó y le dijo a su amiga que tenía deberes que hacer en su casa. La finalidad era zafarse del martirio de pasar horas sin poder ver un programa completo, debido al constante cambiar de canales, que al final sólo llevaba a olvidarse de  lo que uno estaba viendo. Salió de la casa de su amiga para subirse al transporte público. A lo lejos percibió una especie de camión hippie que al acercarse mostró cientos de pequeños anuncios de todo tipo de colores, sobre productos y servicios. Volvió a reflexionar “¡Dios Santo, en qué mundo vivimos!”.  Subió al transporte y en el camino observaba las casas que estaban llenas de bloques de pintura de cuarenta por cuarenta centímetros con anuncios parecidos a los del camión. Lo que la perturbó más fue ver árboles que en cada una de sus hojas tenían pequeños anuncios también, eran traslucidos, pero se alcanzaban a ver imágenes y letras pequeñas. Semáforos que parecían periódicos llenos de anunciantes. Los autos de lujo portaban marcas de productos muy finos. El famoso refresco de cola estaba por todas partes; era increíble la variedad de anuncios creativos que lograban para cada cosa. Al llegar a su destino, y bajar del transporte vio que el pasajero que iba bajando delante de ella llevaba un pequeño tatuaje que decía “Más refrescante que el agua” mostraba una botella muy bien diseñada. Pensó “¿Pero qué es eso? ¡Un anuncio tatuado!”. Descendió del transporte público sacada de onda, después de dos cuadras llegó a su casa donde su madre la recibió.
-¿Dónde andabas hija?
 -Pues andaba contando el número de anuncios comerciales en la ciudad, pero fue inútil, son más que las estrellas del universo – dijo ella con sarcasmo.
  -Así es este mundo hija – y vio como su madre la miraba de reojo mientras acomodaba unos trastes - así nos tocó. Lo importante es que tú tienes una buena educación para no dejarte engullir por toda esa maquinaria corporativa que crea necesidades ficticias.
Unas horas después llegó su padre con el periódico del día el cual aventó en un sillón de la sala. Desde lejos ella percibió un tatuaje en el diario. Era la imagen de un tatuaje similar al que había visto en el individuo que se había topado en el camión. El artículo decía: “Las empresas amplían programas de propaganda a través de tatuajes”. Se sentó a leer la nota completa. En resumen entendió que ahora cualquier persona que se hiciera un tatuaje con la propaganda de algún producto recibiría una cantidad mensual. Quedó perpleja ante tal noticia. De inmediato mostró el artículo a sus padres quienes le respondieron que eso era para gente naca, que no todo el mundo lo haría y que se diera cuenta que ellos no habían pintado ni casa, ni autos ni ninguna otra cosa con anuncios. Ella también pensaba lo mismo y estaba segura de que jamás haría algo así. Pero sentía que la suya era de las pocas familias que no se prestaban para anunciar algo.
Pasó un año y cuando regresaba de la casa de su amiga en el transporte público no pudo evitar desviar la atención sobre la cantidad de tatuajes que había sobre la piel de toda la gente a su alrededor. Empezó a notar diferencias. La gente rica y guapa llevaba puras marcas de moda y mucho caché que las engalanaba. Mientras viajaba escuchó hablar a la gente sobre sus ganancias y que las corporaciones eran las que al final decidían si tú eras una persona acorde a tal o cual marca. Entonces le quedó claro el porqué el vulgo llevaba tatuados anuncios de muy mal gusto que no los embellecía para nada. Fuera como fuese ella seguía resistiéndose a tal novedad comercial.
Unos días después cuando regresaba de la preparatoria a su casa, en el camino un muchacho la alcanzó y le ofreció acompañarla. Al percibir su gran atractivo y sobre todo que no tenía ningún tatuaje, aceptó la oferta con gusto. Pensaba divertida “Por fin uno limpio y guapo ¿Pero estará totalmente limpio? Lo tendré que averiguar”.  Encontró que el muchacho era bien educado, caballeroso y también notó un buen gusto en su forma de vestir. Cuando llegaron a la casa de ella, el joven la invitó a salir y ella sin oponer ninguna resistencia aceptó. A partir de entonces, empezaron a frecuentar todo tipo de lugares y siempre la pasaban bien. Parecían ser el uno para el otro. Y lo mejor de todo no había aparecido sobre él ningún tatuaje.
Un viernes por la noche, cuando volvían de un antro, en el auto de él comenzaron a besarse apasionadamente para después pasar a tocarse por encima de la ropa. Ella sintió lo musculoso que era y aprovechando la situación ardiente en que se encontraban los dos  le dijo:
-Quítate la camisa.
Él de inmediato se la quitó. Al no ver ningún tatuaje ella se entusiasmó aún más “Este es el bueno” pensó, y le propuso que fueran directo a un motel.
En menos de quince minutos llegaron a un cuarto en el que comenzaron a comerse a besos. Entonces, en la poca luminosidad de la habitación, ella le dijo con una voz apasionada:
-Muéstrame tu arma
Él rápido se bajo el cierre y sacó su descomunal miembro que a través de su longitud tenía tatuado un anuncio fosforescente de una marca de un condón muy conocido. Ella pegó un brinco hacia atrás y aterrada ante lo que estaba viendo, escuchó a su pareja decir:
-No sabes la fortuna que me pagan por ese tatuaje ¡Es genial! ¿No te parece?
Con una mirada de no poder creer lo que veía, su cara se torció, y horrorizada tomó sus cosas para salir corriendo a la calle en busca del primer taxi que la alejara de todo aquel chasco.











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