Así fue como mataron el rock. Yo fui testigo.
Trabajaba con esos ingenieros: brillantes, sí, pero carentes de pensamiento propio. Eran mercenarios, solo hacían lo que les pedían y, cuando terminaban, buscaban otro trabajo mejor remunerado para engordar sus cuentas. Claro, no todos eran así. También había perfiles de aquellos que ni siquiera sabían cómo habían llegado allí. No eran particularmente buenos, pero eran baratos y cumplían con las tareas menores para completar esas máquinas superinteligentes. Hablo de esas IAs que, en última instancia, aniquilaron el rock y sus subgéneros, y no solo a ellos, sino a una infinidad de géneros que, como mencioné antes, giraban en torno al virtuosismo del artista: el virtuosismo en las letras, en la voz, en la interpretación de un instrumento, etc.
Es cierto que la IA que crearon estos ingenieros no fue el único factor, pero sin duda fue el que dio la última estocada. Y no quiero decir que el rock esté completamente muerto, pero cada vez se escucha menos, cada vez tiene menos relevancia. Puede que llegue a ser un género marginal.
¿Cómo le dieron la última estocada al rock?
Desgraciadamente, esa última estocada no sólo mató un género, sino también una forma de ser insubordinado, reflexivo, poético y rebelde, reemplazado por géneros repetitivos y vacíos, que hoy encajan en lo que se llama "música rápida". Como la "comida rápida", es música carente de calidad, de profundidad, pero que, por su sabor artificial, la gente consume masivamente.
¿Es reversible?
Treinta años después, y como lo predije, no ha surgido una banda popular de rock en todo este tiempo. El rock es ahora una rareza, relegado a listas de reproducción con canciones de bandas del siglo XXI y del pasado, que se repiten hasta el hartazgo, sin dar espacio a nuevas propuestas. La música rápida reina como nunca antes, aplastando cualquier oportunidad de que una nueva banda virtuosa emerja, porque a nadie le interesa eso.