EL HOMBRE MÁS GORDO DEL MUNDO

Una noche antes de acostarse, escuchaba un auto estacionado frente a la casa de los vecinos con una música detestable a todo volumen. Su esposa que se alistaba para entrar a la cama hizo una mueca de resignación. Él pensó en la crisis que vivían, una de las más grandes del país en las últimas décadas. La crisis para él no sólo era económica, sino también moral. Y se reflejaba por todas partes. Televisores que funcionaban como niñeras de sus hijos, niños que faltaban el respeto a sus mayores y jamás eran reprendidos, música que se escuchaba a todo volumen por las calles del vecindario a veces hasta altas horas de la noche, jóvenes paseando en sus autos con música superflua a un volumen estridente. Y lo peor del caso, es que nadie se quejaba de nada y todo el mundo dejaba hacer cualquier cosa a aquellas nuevas generaciones. “¿En qué momento se perdió el respeto por los demás?” se preguntaba. “¿En qué momento los caprichos de las nuevas generaciones se impusieron? ¿En qué momento los padres dejaron de valorarse ellos mismos y creyeron que satisfacer los deseos de sus hijos les traería la felicidad?” se obsesionaba con la cuestión. Reflexionaba que incluso, era casi imposible ir a la casa del vecino para quejarse de que su hijo le subía a todo lo que daba a la música por temor a una represalia, o peor aún por miedo a terminar baleado en una disputa. La psicosis era enorme, la gente prefería no inmiscuirse en nada.
Por las noches meditaba horas sobre la cuestión “¿Qué nos paso? ¿Cuál fue el error? ¿Y ahora qué podemos hacer? ¿Qué pasará? ¿Tiene que haber un gran derramamiento de sangre para que las cosas cambien? ¿Es el único modo?” Él sabía la respuesta para cambiar las cosas, o al menos creía saberla. Educación era la clave, valores morales, enseñar el respeto a los demás, ética profesional, valores humanos, civismo, etc. “¿Pero cómo se enseña eso? ¿Cuál es el modo?” Sabía la respuesta: el sistema educativo. Era necesaria una revolución educativa, invitar a la sociedad a rebelarse, a juntarse en asociaciones civiles y presionar al gobierno para generar políticas a largo plazo en favor de la educación, políticas que fueran manejadas por grupos civiles; no por gobernantes que entraban y salían después de unos años. “¿Pero cómo hacer eso?”, reflexionaba cada noche antes de dormirse y se ponía ansioso de tanto pensar. Se presionaba a encontrar una respuesta, no quería dejar ese mundo a sus dos hijos. Sabía que él podía esforzarse lo más posible para que sus descendientes no fueran unos tiranos más. Podía educarlos de la mejor manera posible, de ese modo contribuiría a hacer un mundo mejor. Pero no era suficiente, pues sus hijos vivirían infelices en un ambiente donde nadie respeta nada y terminarían siendo como todos los demás, o lo que es peor: no sobrevivirían. Quería hacer algo por la humanidad y no quería que fuera cualquier cosa. Seguido escuchaba a su esposa decirle que no le diera tantas vueltas al asunto, pero él no pensaba rendirse, sabía que en la historia siempre hubo mentes que habían logrado encontrar la verdad y de algún modo trasmitirla de persona a persona para trabajar como un solo ente con gran fuerza de cambio. Con esa esperanza, aquella noche, dejó la cuestión de lado por el momento. Sabía que una respuesta le llegaría para lograr ese cambio. Le dio un beso en la frente a su esposa y se quedó profundamente dormido.
Tiempo después, exhausto de tanto trabajo, decidió tomarse las tardes para ver televisión que no había visto en meses. Y una tarde, acostado frente al televisor pensó “Santo cielo, estos programas no hacen más que apelar al morbo de la gente” También sintió que la programación cada vez era más amarillista y dedujo “Seguramente se debe a esta crisis. Al ser la mayor parte del público poco educada se inclinan por programas amarillos y morbosos donde no hay que pensar mucho”. Entonces después de aquel análisis repentinamente encontró la respuesta a su gran inquietud. “Lo tengo” pensó con una euforia que se guardo para él.
Desde entonces, empezó a comer como nunca. Comía más de cinco veces al día. Todos los días hacía escala en restaurantes de comida rápida gringa. Por las noches se iba a los tacos, a los hot dogs de los puestos de las esquinas.
Un año después, de pesar sesenta y nueve kilos pasó a pesar ciento veinte kilos. Continuó con su dieta de tacos, refrescos, pizzas en todo tipo de restaurantes de comida rápida gringa. Todo el mundo empezó a desconcertarse al ver como alguien que siempre se había mantenido en su peso, estaba aumentando a un ritmo muy acelerado. Su familia preocupada le preguntaba por qué estaba engordando así nada más y el jamás les contestaba. Su esposa alarmada decidió dejarlo porque siempre se negaba a hablar del problema y por más que le sugería visitar a un psicólogo para resolver sus problemas, él nunca lo hizo. Y lo que derramó el vaso de agua fue ver que estaba pagando a nutricionistas para que lo ayudaran a engordar y a veces no había ni para los gastos familiares. Su esposa ganó la custodia de sus dos hijos pequeños. A pesar de eso, él iba todos los días a visitarlos y les decía “Hijos, ya verán, yo voy a cambiar este país para que sea mejor para ustedes”
Pasaron cinco años y no paraba de comer. Llegó a trescientos cuarenta kilos. En su oficina rompió más de diez sillas. Al final, ante la imposibilidad de movimientos, el gerente le propuso trabajar desde su casa. Y así desde su casa siguió tragando comida, ordenando decenas de pizzas por día. No paraba.
Una tarde su madre lo visitó y mientras él comía unos tacos en la mesa del comedor, ella le preguntó “¿Te has vuelto loco hijo?” “No madre” contestó “sé lo que estoy haciendo, ya verás, lo hago por todos ustedes, por el país, por todo el mundo. Esto va a ser la mejor obra de mi vida”
Cinco años después, pesaba quinientos kilos y cuando salía a la calle todo mundo lo miraba con asombro, como si se tratará de un pequeño elefante paseando por la ciudad. Mucha gente lo detenía y le decía “Señor, ¿Podemos mi familia y yo tomarnos una foto con usted?”
Él empezó a frecuentar una plaza donde se hizo conocido por su gran tamaño y gordura. Un día una televisora local lo entrevistó y le preguntó: “¿Cómo es que usted llegó a este peso?” “Fue por decisión propia, y todavía no llego al peso que me he propuesto como meta” contestó “Todavía no, ¡Vaya! ¿Y cuál es su meta si se puede saber?” preguntó el locutor con cara burlona “Seiscientos kilos, quiero ser el hombre más obeso del mundo, quiero que propaguen mi meta, estoy seguro que en un par de años lo voy a lograr”
Pasó un par de años y el hombre había sido visitado por medios y televisoras del todo el mundo: CNN, Discovery Channel, National Geographic, MTV, etc. Todas las cadenas televisoras que explotaban el morbo que ya eran la gran mayoría, lo buscaron para entrevistarlo. El hombre no podía moverse más, seguía trabajando desde su casa. Su madre y una ayudante que había contratado, lo asistían con el aseo personal y la comida. “Entonces usted superó a cualquier hombre gordo en este planeta y ahora acapara la atención de todo el mundo”, le preguntaron un día. “¿Ahora qué sigue? ¿Usted continuará engordando? ¿Qué es lo que se propone? ¿No necesita ayuda para adelgazar?” preguntaba un entrevistador de un programa televisivo “No, no, adelgazar no, estoy bien así, me quiero mantener. Como dije a otras televisoras esto fue decisión mía y me convertí en esto porque tengo un mensaje para todos” dijo mirando a la cámara quien tomaba cada ángulo de su gordura, que era como una enorme gelatina humana. Recostado en una cama matrimonial que abarcaba por completo, transmitió su mensaje para cientos de televisoras en todo el mundo “Tenemos que hacer una revolución educativa, tenemos que exigir a nuestros gobiernos que apuesten por la educación a largo plazo, por los valores humanos, morales, por la ética profesional, por el civismo. Tenemos que unirnos todos y hacer una sola voz que demande lo que les digo. Sólo eso cambiará el mundo. Ustedes televidentes creen que me puse así de gordo nada más por nada, pero no, me puse así porque sabía que la mayoría estaría aquí viéndome y así podría pasarles mi mensaje. La falta de educación por parte de nuestros sistemas hace que las televisoras hagan programas como este, porque el pueblo es lo que pide, y hoy es lo que más tenemos, estamos mal, les pido reflexionar…”. Habló de todos los detalles de su idea. Y a pesar de que la enorme audiencia inició viéndolo con la mera intención de satisfacer su morbo, no falto quienes lo escucharon atentamente y lo apoyaron.
Un año después, científicos empresarios que habían oído su discurso y habían sido testigos de su éxito, le hicieron unas piernas mecánicas que podían soportar su enorme peso. Ahora no sólo su gran peso era un atractivo morboso, sino también sus piernas. Parado frente a miles de personas por todo el mundo continuó con su evangelización; además, lo siguieron cientos de asociaciones civiles en pro de la educación. Estas asociaciones civiles daban seguimiento a planes educativos a largo plazo. A partir de ahí, el mundo comenzó a cambiar para bien.



LA SEXÓLOGA

Con los ojos comprimidos por una tela negra, y como una flor mojada de cuatro pétalos, ella se sentía extasiada, sobre todo después de una serie de fantasías que le habían contado. Estaba amarrada en el suelo con cuerdas que iban a los diferentes ángulos del cuarto. Las que sostenían sus piernas hacían que éstas quedaran abiertas como un par de puertas hacia el placer.
-¿Cómo te sientes ahora amarrada? – preguntó la mujer que la acompañaba.
-Pues me siento algo extraña- dijo ella.
-Necesito que te quites las pantaletas, no te lo tomes a mal, confía en mí. Sé que llevas ya más de dos meses intentando todo lo que te he dicho, caricias, posiciones, etc., y no has logrado nada, pero, sin duda has avanzado y estoy segura que hoy lo lograremos.
Ella procedió a quitarse las pantaletas con un poco de recelo, pero decidió soltarse porque había depositado toda su confianza en aquella mujer, ya que sí había sentido grandes progresos. Y al parecer toda esa situación inesperada la estaba excitando aún más. Su mini falda se había subido hasta su cintura y se apreciaba su sexo completamente húmedo, mientras una máquina destinada a complacer a la más insaciable se dirigía hacia su vagina. Era un tubo de larga longitud al que se le podía embonar todo tipo de consoladores. La mujer procedió a colocar uno de tamaño medio y poco a poco fue posicionando el tubo cerca de ella para enseguida introducírselo. Ella soltó un gemido mientras sentía como se mojaba más. La mujer encendió la máquina que comenzó a sumir y sacar el consolador lentamente. Ella se retorció sintiendo cómo el placer la invadía desde su sexo para subir a través de cada vertebra hasta llegar a su cuello y terminar en su boca donde perdía el aliento. Al ver eso, la mujer desenfundó un látigo, y con una maniobra que denotaba gran habilidad, dio exactamente en la nalga izquierda de ella, quien soltó un grito ensordecedor:
- ¡Estúpida! ¡Eso dolió! -dijo agitada, pero después de unos minutos en que la máquina oscilaba más rápido pudo sentir un placer que jamás había experimentado. De pronto la máquina parecía un taladro y la mujer le tiró varios chicotazos más en sus nalgas que se agitaban como un par de gelatinas, sus piernas parecían dos seres ahogándose en cierta agua profunda. Levantaba la pelvis que parecía pedir clemencia pero a la vez solicitaba más. De pronto la mujer paró la máquina y ella agitada como nunca, jadeaba sin cesar. La mujer le dijo en un tono sádico:
- ¡De verdad eres difícil, pero de aquí no saldrás sin haber terminado!
Se produjo un breve silencio, un espacio de tiempo en que ella se limitó a sentir y recordar:
Unos meses antes, ella y sus amigas, estaban sentadas en el fondo de un restaurante donde habían quedado en encontrarse aquel viernes por la tarde. Un restaurante exótico pero de buen gusto. Entraron en todo tipo de pláticas, sobre sus trabajos, sus proyectos, sus relaciones y de pronto entraron en temas cachondos.
-Hay cómo dices eso - exclamó ella dirigiéndose hacia su amiga robusta de pechos sugestivos - ¡Cómo que te imaginaste a tu vecino mientras lo hacías con tu esposo! ¡Eres una pervertida!
- ¡Cálmate! -respondió su amiga con cara de estar recordando un gran momento- Seré una pervertida, ¡Pero qué orgasmo, qué orgasmo!
Todas reían y ella se quedaba callada con cara de disgusto.
-Vamos, vamos no me digas que tu nunca te has imaginado a alguien más cuando lo haces con tu esposo – le preguntó su amiga la delgada de piernas impecables y continuó – yo me he imaginado hasta a mis primos y una vez hasta a mi hermano el mayor.
-¡Cómo crees! – dijo ella con cara de espanto.
- Uyyy amiga – habló su amiga la bien formada de enormes pompis – yo hasta sobrinos, yo me valgo de todo: artistas, maestros, me imagino hasta orgías donde hasta algunas de ustedes han participado, ji, ji, ji.
-Ja,ja,ja –todas rieron- eres una pecadora ja,ja,ja. –agregaron.
Ella después de escuchar todo eso presentaba una cara pálida. Entonces su amiga de pechos sugestivos toda agitada con una gran sonrisa volteó hacia ella y le preguntó:
-¿Cuéntanos y tu cómo le haces para llegar?
Ella no respondió y un par de lágrimas salieron de sus ojos. La amiga de grandes nalgas que era la que más congeniaba con ella la tomó de la mano y la sacó de la mesa para llevarla a los sanitarios. Mientras caminaban hacia allá, su amiga le preguntó:
-¿Estás bien?
-Sí, lo estoy, pero es que ustedes hablan muy abiertamente y esa última pregunta no me gustó.
-Pero ¿Por qué no te gustó?
Volvió a callar y escondió sus ojos mirando hacia el suelo. Entonces su amiga le levantó la cara con la mano sobre la barbilla. Al mirarla adivinó qué andaba mal.
-¿No has llegado jamás verdad?
Ella no volvió a contestar simplemente hablar de todo eso le causaba mucho problema. Pero sus ojos lo decían todo. Entonces se animó.
-No, no he llegado, pero disfruto enormemente con mi esposo. Y jamás tendría yo porque imaginarme a alguien más para sentirme complacida.
-Pero jamás has experimentado uno tu sola, ¿Te tocas?
-No, bueno, me toco, pero me aburro. A mí me encanta cuándo y cómo mi pareja me toca. Es que simplemente esos temas no son mi fuerte sabes.
Su amiga volteó con una sonrisa, sabía cómo se sentía ella, pues tres años atrás tampoco había experimentado algún orgasmo. Le tomó la cara con sus dos manos y le hizo mirarla a sus ojos.
-¿Amiga pero tú quieres llegar a un orgasmo algún día verdad?
-Pues, no lo sé, todo mundo habla maravillas de eso. Yo siento curiosidad, pero no sé, no es lo mío, no sé si me entiendas.
-Te entiendo más que a nadie y sé cómo podemos resolver tu problemita.
En ese instante le paso los datos de una sexóloga. Le advirtió que era un poco excéntrica. Que vivía en una especie de castillo y que le gustaba coleccionar todo tipo de máquinas de tortura. Le dijo que no se fijara en esas cosas, que simplemente se dejara guiar por la sexóloga siguiendo al pie de la letra sus consejos y que en menos de un par de meses le sacaría un orgasmo.
Detrás de la venda negra, se limitaba a sentir y en cierta forma agradecer, aquella conversación con sus amigas que la había traído a ese momento que estaba viviendo.
La sexóloga de un gran estuche sacó un consolador de tamaño medio, lleno de relieves, dispuestos para estimular cada rincón de la vagina y lo embonó en el tubo de la máquina.
-¡Déjeme ir, usted está loca! -Dijo ella.
-No, no, no. No te vas de aquí hasta que termines -Dijo la sexóloga mientras le volvía a introducir la máquina y la encendía.
Ella lanzó otro gemido fuerte de placer. La sexóloga volvió a chicotearla varias veces. Ella empezó a sentir por todo su cuerpo sensaciones que jamás había experimentado antes. La sexóloga aceleró la máquina y observó cómo las piernas de ella se ponían tensas, tensas, tensas. Entonces se acerco a su cara y le dio un par de bofetadas. Ella se sacudió y grito:
-¡Cabrona suéltame ya! -Pero por dentro deseaba eso, estaba experimentando un gran placer, estaba al borde y lo podía sentir. Entonces de pronto un fluido claro transparente fue expulsado con gran fuerza desde su vagina. La sexóloga percibió cómo varias partes del cuerpo sufrían todo tipo de espasmos y como expulsaba un enorme gemido de delectación, para luego relajar por completo su cuerpo.
-Ahí lo tienes. -dijo con voz orgullosa. -¡Pero esto no se acaba aquí!- -continuó -Ahora viene lo mejor. ¡Igor termínala! -ordenó con un gesto libidinoso.
De pronto, ella sintió la fuerza de un hombre que tomó sus piernas y un pene que se introdujo con violencia. Aquel hombre como un brutal animal comenzó con movimientos pélvicos salvajes, hasta que ella volvió a soltar un gemido. De pronto el hombre pareció cansarse y un chicotazo resonó por el cuarto.
-¡Termínala he ordenado! -sonaron varios latigazos más y el hombre continuó con toda su energía, parecía un gorila excitado. De pronto ella sintió otra vez sus piernas duras y un espasmo desde abajo recorrió todo su cuerpo, el hombre también llegó a su fin con un gran gruñido, abatido sobre de ella. Yacían los dos en el suelo, sin aliento. Ella no podía creer lo que había pasado, no paraba de pensar en su esposo y en la infidelidad que acababa de cometer. De pronto unas manos le quitaron la venda, rápidamente miró entres sus piernas a aquel hombre: era su marido.



SIÉNTETE BIEN



Era un día en que el viento soplaba gélido a través de las calles para tropezarse con mi casa y hacer todo tipo de ruidos fantasmales. A través de la ventana podía percibir como la luna llena tornaba las casas pálidas como si estuvieran sin vida. Sólo mis pasos se oían por la casa. Me paré frente a un cuadro e intenté platicarle sobre un sentimiento que me producía la sensación de un nudo en la garganta. Primero lo saludé y en el cuadro una cara espectral se formó para responder a mi saludo, le pregunté que cómo iba todo y me contestó que todo iba bien, después su cara se esfumó dejando una estela como la que deja el humo de un cigarrillo. Pregunté nuevamente si estaba ahí y no hubo respuesta, la estela fantasmal seguía ahí pero como un esfera de humo sin expresión alguna.  Intenté lo mismo con tres cuadros más, con algunos pude llegar al comienzo de mi historia, pero a los pocos segundos también se esfumaron como el primero. Mi nudo se hizo más grande, de pronto sentía un torniquete sobre mi corazón y caí a la cama con la respiración entrecortada. Con un gran esfuerzo logré arrastrarme hacia el teléfono, sabía que ella me escucharía. A los pocos minutos de llamarla estaría aquí para ayudarme, pensé.
Estábamos sentados en la mesa de la sala, yo le hablaba:
-Es increíble que hoy en día tengamos tanta tecnología para comunicarnos y no logremos hacerlo. Puedo comunicarme por la red con alguien al otro lado del mundo. Tengo cientos de contactos de toda mi vida que están allí en la red, los años pasan y ni un saludo, se vuelven espectros. Hasta yo me he vuelto un espectro para muchos otros. Es absurdo ver como en un mundo moderno donde podemos mandar mensajes a la velocidad de la luz esta cada vez más incomunicado.

–Lo sé amigo, –dijo ella con una voz suave y confortadora– por eso siempre estoy aquí disponible para ti para escucharte.
–Gracias por venir. Recuerdo que hace unos años estaba comunicándome a través de un chat con un amigo, todo iba muy bien, hasta que luego pasaron dos años y hasta la fecha no he vuelto a saber de él, siempre está desconectado. Así fue cómo llegué a tener más de mil amigos, pregúntame con cuántos entablaba una conversación que durará más de dos minutos, pregúntame con cuántos de verdad hubo algún intercambio valioso o afectuoso, pregúntame si la amistad se profundizó con alguno de ellos.
–Vamos amigo –habló ella– dime que te aqueja déjalo salir.
–Qué me aqueja, qué me aqueja, es buena pregunta– continué con un tono de voz más elevado– Lo qué me aqueja es un coraje profundo, de todas esas personas a mi alrededor. ¡No son más que una bola de ególatras! ¡Y yo también! ¡Me aqueja este sistema de mierda! Que nos separa, que no nos deja dedicarles a las personas el tiempo necesario para crear lazos. ¡Este pinche sistema! Que nos inserta todo tipo de miedos, que nos exprime con trabajos que absorben todo el tiempo y nos aleja de nuestros hijos y seres queridos, que nos inyecta enormes dosis de ego y nos hace arrogantes con cero de humanidad creyendo que podemos dominar a todos y al mundo. ¡Que sólo nos enseña a sembrar orgullo y rencores hacia los demás! ¡Este sistema es un putrefacto mierdero! En donde la marca es más importante que los lazos amistosos. En donde eres apreciado por la riqueza y no por tu persona. En donde nadie quiere reflexionar y ser parte del cambio… ¡Me frustra! ¡Grrrrrr…..! ¡En donde todo se está convirtiendo en mercancías¡
Con esas últimas palabras que se habían convertido ya en gritos, sentí como mis miembros se tensaron y me encogí de hombros para luego comenzar a soltar las primeras lágrimas. Vi como ella me miraba con una expresión de tristeza para luego levantarse de su lugar y consolarme entre sus brazos.
–Vamos, vamos, no digas eso. Sé qué es una gran ironía que vivamos en una ciudad con millones de habitantes y deberíamos tener más contacto con la gente y no es así. Que los embotellamientos agotan, que la mala planeación de las urbes, con sus consecuencias, nos roba tiempo. Y ni se diga de la burocracia y los miles de deberes cotidianos de una familia. Nos hacen sentir que nuestro tiempo se nos va como el agua entre las manos. Pero así es este mundo y este sistema, nada podemos hacer para cambiarlo  y ni te empeñes en hacerlo de nada sirve. Lo bueno es que existimos personas como yo educadas profesionalmente para reconfortar a todo tipo de personas, pero desgraciadamente ya se te terminó tu tiempo ¿Quieres abonar otra hora?
–Sí –contesté rápido– por favor quédate otra hora.

Del bolsillo saqué un billete. Me sentía definitivamente mucho mejor y entre sus brazos continué platicando todo tipo de cosas triviales hasta llegar a otra hora, volví a pagar y en toda esa noche tuve la necesaria compañía de mi amiga profesional, especialista en re- confortamiento de la empresa de servicios: “Siéntete bien”.

UN VIERNES DE LUJURIA

UN VIERNES DE LUJURIA

 
Aquí un el cuento que da nombre mi libro "Un viernes de lujuria" la versión completa la encontrarán en mi libro "Un viernes de lujuria".

Recién terminada la jornada de trabajo, se dirigía hacia su casa y pensó con euforia, al fin viernes. Miró el reloj de su auto que mostraba la fecha y hora del día: 06/04/2040 5:30 p.m. El tráfico estaba congestionado e iba a vuelta de rueda. El sol parecía estar huyendo de la ciudad, por eso era como si cientos de sombras salieran de sus escondites con gran desenfreno. Gente por aquí y por allá, parecía un gran hormiguero que se preparaba para algún suceso importante. Con su auto giró por la glorieta donde tres bien formadas y vestidas muchachas de alrededor de veinte años, le robaron la atención. Él sintió una sensación de lujuria que lo cubrió por completo, continuó conduciendo mientras pensaba en voz alta:
¡Vaya! ¡Niñas! Hacen que uno saque su instinto animal. Menos mal que ya hice mi reservación para sacar todo este instinto bestial que traigo.
Había pagado tres chicas impecables a un muy buen precio que había conseguido por ser cliente distinguido. Siempre reservaba con antelación pues los viernes se elevaba demasiado la demanda. Recorrió tres cuadras más, giró a la izquierda y luego a la derecha y llegó finalmente a la casa de esparcimiento. Fue recibido por una mujer de mediana edad que mostraba sin pudor cada uno de sus encantos y lo hizo pasar a una sala de estar diciéndole que pronto estarían listas sus encantadoras fieras sexuales, él sólo sonrió un poco, ansioso ya de tenerlas entre sus brazos y hacer muchas, muchas cosas. Mientras esperaba sonó su celular, era su esposa.
-Hola Cariño, ¿Dónde te encuentras?
-¿Cómo qué dónde me encuentro? Recuerda lo que hago todas las quincenas.
-¡Oh! Es cierto, se me pasó por completo, hoy te toca revolcarte con tus nenas, hay amor perdóname la vida. Disfrútalas al máximo hasta que quedes bien saciado, para que saques todo tu estrés y malas vibras. ¿Y qué tal están esta vez? 
-Pues,  espero que muy bien, mi vida, mi todo, mi cielo… ¡Te amo!...
- Ji, ji, ji,  ay amor tu siempre tan tierno.
-¿Y tú amor ya casi terminas por hoy?
-Sí querido, pero te acuerdas que te dije que ando buscando un ascenso y que mi jefe me había dicho que sería mío siempre y cuando me acostara con él. Yo le había contestado que no había problema que podíamos hacerlo allí mismo en la oficina si quería, pero él había preferido hacerlo en un lugar más intimo, así que hoy iremos a un motel de lujo ¡Estoy emocionada! Porque como te comenté, mi jefe es muy atlético, ¡Me encanta! Estoy segura que me dará la cantidad que le pido, o hasta más, una vez que lo haya dejado bien extasiado con las grandes habilidades que he desarrollado junto a ti.
- Déjalo sin aliento como me dejas a mí, hermosa. También estoy casi seguro que te darán más de lo que pides, o quizás vaya a querer más de ti y en tal caso lo haces prometerte un aumento, je, je.
-Ji, ji, ya veremos. Yo creo que me desocupo en un par de horas más y te veo en la casa para que cenemos rico y en familia.
-Cenar en familia, lo dudo mucho. Hace rato me habló Jesús y me dijo que estaría en una casa de citas y minutos después me llamó María y me dijo lo mismo, que había encontrado un par de hombres exóticos uno con acento irlandés y otro con acento portugués y cuerpo de griegos, ja, ja.
-Hay mi hija y sus gustos refinados, sigue el mismo ejemplo de su madre, de seguro irá a la casa de citas que está a un lado de nuestro gimnasio, donde a veces suelo ir yo también. Bueno entonces podremos escaparnos tú y yo a cenar algo rico ¿Qué te parece?
-Me parece una muy buena idea.
Y se quedó tranquilo, sabiendo que él y su familia pasarían un excelente viernes dónde darían rienda suelta a sus placeres carnales.
Al siguiente día mientras desayunaba, toda su familia se encontraba en la mesa. Veía como todos comían con bastante apetito para recuperarse del gran ejercicio del día anterior. Él mismo tenía un apetito voraz. Notó como todos se miraban a los ojos con la boca llena, cuando Jesús que terminaba de masticar una enchilada potosina por fin habló.
-Ayer leí de nuevo en el periódico que posiblemente van a prohibir la semana que viene las casas de citas. Que ya no habrá más regulación por parte de las autoridades. Al parecer el Cardenal Alberto Rivera y sus secuaces mojigatos del partido de la derecha han logrado juntar miles de firmas para impedir que la prostitución tenga, como cualquier otro trabajo digno, sus prestaciones sociales y prohibirán los prostíbulos que dejaran de ser un negocio oficial que paga impuestos y  fuente de empleos para miles de hombres y mujeres.
-Es terrible lo que dices – dijo la madre de familia con voz alarmada – No se dan cuenta de lo peligroso que es prohibir la naturaleza. Si a mí también me gusta acudir a esos lugares  y pagarme de vez en cuando un buen macho para que me haga estremecerme hasta el límite de mi deseo carnal o simple y llanamente satisfacer una que otra fantasía.
-No chingues – exclamó María asustada - ¿Qué quieres decir, que me quitaran a mis papacitos de cada quince días?
-Son sólo rumores hijo – habló él sereno -. No creo que lo hagan, el gobierno federal lo impedirá.
-Es una locura –habló Jesús con la frente fruncida por la frustración -. Si logran salirse con la suya lo único que generaran con todo eso es que la gente acuda a lugares clandestinos, con pésimas condiciones de higiene, sin garantía de que las sexo servidoras estén libres de todo tipo de enfermedades e infecciones. Con el riesgo de ser pillados y pagar mordidas a los policías para no ser penados. El negocio podría pasar a manos del crimen organizado como pasó otras veces en el pasado y las autoridades actuarían como cómplices pidiendo sus tajadas. ¡Es realmente alarmante!
-Así es – continuó él -. Volveríamos al oscurantismo que se vivía antes, donde el sexo era reprimido y explotado por grandes corporaciones para sus propios ...

VÍA EXPRESS

Aquel día de verano todo brillaba como si la vida misma fuera un astro con luz propia. Había logrado terminar sus estudios y lo mejor de todo es que tenía firmado un contrato para trabajar como ejecutivo en una empresa de tecnologías de la información. Fue válido el esfuerzo de pagar una de las universidades más caras y prestigiosas de la región. Había rendido frutos el trabajo duro y los sacrificios que hizo en esa universidad en las afueras de la ciudad donde vivió durante casi cinco años y que estaba a punto de abandonar. Como el contrato lo indicaba pasarían por él para su primer día de trabajo. Se asomó por la ventana del dormitorio en la universidad y distinguió una limosina de la cual bajó una persona con la vestimenta de un chofer quien tocó a la puerta del dormitorio.
-Sr. Vengo por usted para llevarlo a la empresa ¿Está listo? –dijo el chofer después de que él abriera la puerta.
-Sí, estoy listo, podemos irnos.
Ya en camino, notó que llegaban a lo que llamaban la famosa Vía Express y vio que el chofer sacaba una tarjeta que era leída por un sensor, inmediatamente se abrió el paso y entraron a una autopista que pasaba por encima de la ciudad. Observó lo elevada que era, tan elevada que las casas lucían como pequeños cuadros y las manzanas como cuadros más grandes. Calculó que los pilares que sostenían aquella autopista, se elevaban unos cien metros por encima de la ciudad. Luego distinguió varias bifurcaciones de la vía que salían hacia diferentes destinos. Iban a gran velocidad y solo se veían autos de lujo. De pronto a un costado suyo pasó una gran camioneta con una mujer joven llena de alhajas, una cara que parecía de porcelana y vestida muy a la moda. Le llamó la atención la limpieza de la ruta. Hacia adelante, la ciudad parecía no tener fin y en algunas partes vio unas nubes negras por debajo de la estructura que ocultaban la ciudad. Entraron en una curva muy inclinada que permitió ver la ciudad por debajo de la vía. El panorama le mostró colas enormes de autos que avanzaban a paso de tortuga. Entonces llegaron a la empresa cuya puerta de entrada conectaba directo con la vía. Cinco años después, se convirtió en un ejecutivo de primera clase con una familia de dos niños y una adorable esposa. Una gran dicha lo acompañaba cada vez que arribaba a la nueva residencia que había comprado para que su familia tuviera más espacio. Estaba dentro de un barrio privado con seguridad al entrar. Allí todo lucía en perfecto orden y olía muy bien. La gente era muy respetuosa y vestían como salidos de un mundo perfecto. Solo tenía que preocuparse por sacar adelante sus problemas laborales, lo demás venía en consecuencia. Se sentía exitoso. Sabía que algunas veces tenía que quedarse hasta tarde trabajando y que su vida casi pertenecía a la empresa, pero todo valía por el bienestar de su familia y su seguridad económica.
Tiempo después, en una charla que tuvo con un compañero, una noticia lo dejó nervioso. “Hay rumores de que toda nuestra área será cerrada.” Dijo su compañero. “¡Qué! Pero no entiendo, si no hemos parado de expandirnos y en todo el año ha habido números positivos.” dijo inquieto “Pero qué no has leído las noticias. Todas las bolsas del mundo están en picada. Nadie está comprando. Todo está estancado ahorita. Todo por la crisis hipotecaria de nuestros vecinos. Ha sido todo un efecto dominó y nos está pegando duro.”
Un mes después de esa plática encontró los resultados del fin de año en uno de sus e-mails. Noventa y siete por ciento menos de ventas. Sintió incertidumbre por todas partes, como si se tratara de un barco que estuviera a punto de hundirse. Ese mismo día por la tarde el jefe convocó a una junta y él se presentó junto con otros veinte ejecutivos. Lo escuchó ordenar “Tenemos un mes para recortar a todos los empleados.” Fue el mandato. Sintió un peso enorme sobre sí y una culpabilidad monumental, así como una enorme frustración por no poder manejar lo que pasaba.
Un mes después su jefe citó de nuevo a los veinte ejecutivos a una junta por la tarde y habló: “Tenemos treinta días para encontrar un puesto nuevo dentro de la empresa, de lo contrario seremos recortados. Nos entrevistarán en todas las áreas que no han tenido bajas y veremos si tenemos una oportunidad. A partir de mañana empezamos. Les deseo suerte.”
No pasaron ni dos días y escuchó al dueño de la empresa declarar la bancarrota. Después de la debacle, su reflejo inmediato fue buscar empleo en otras empresas. Preparó su curriculum y lo envió a cientos de compañías, tuvo decenas de entrevistas, pero todo era inútil, muchas de ellas también estaban recortando a cientos. Ahora tenía que competir con todos ellos por un puesto. Lo que más le preocupaba era cómo seguiría pagando la gran hipoteca contraída por la casa, la educación de sus hijos y todos los gastos familiares. Hizo cálculos y tenía dinero para apenas cuatro meses. En ese período tendría que encontrar un empleo.
Cuatro meses después, leyó en los periódicos que la crisis todavía no había tocado fondo. Hizo cuentas y ya estaba viviendo con el crédito de varias tarjetas de banco. Sus deudas se estaban profundizando.
Unos días después, su hijo acusó un profundo dolor de muelas. El niño le dijo que se había estado aguantando porque sabía de la situación a lo cual él respondió que el dolor no debe aguantarse. Al no tener más seguro de salud privado, el anterior había expirado con el empleo pasado, decidió llevarlo a una clínica pública. Salieron, pero al no poder pagar la Vía Express tuvo que dirigirse por las calles de la ciudad. Mientras iban por las calles, observaron casas sucias, basura por todas partes y el auto no paraba de tambalearse por tanto bache. Volteó a ver a su hijo quien llevaba una expresión de miedo por lo que veía. Los semáforos estaban todos chuecos y doblados. Pasó una hora y no habían avanzado ni cincuenta metros a causa del tráfico. Los dos se sentían sofocados y atrapados ante todo ese espectáculo caótico. Abrió la ventana para preguntar cuál era la mejor salida y sintió un terrible tufo a hollín que lo hizo toser varias veces. Una señora que se acercó para darles señas con una gran sonrisa mostró varios dientes faltantes, pero con gusto les ayudó. Nunca se imaginó semejante miseria. Por donde quiera se apreciaban grafitis en las paredes. No podía creer el enorme caos por el cual estaba atravesando. Notaron con estupefacción la cantidad de ruido que había en los negocios que ponían bocinas enormes con música popular para atraer más clientes. Vieron los ruidosos y viejos camiones públicos llenos de gente colgando de las puertas. Los dos se miraron con la cara pálida, llenos de horror ante aquel espectáculo. Bien escamados, continuaron a vuelta de rueda hasta que por fin llegaron a la clínica donde se encontraron con tres grandes colas a las cuales no se les veía fin. Preguntaron en qué parte podían ser atendidos y un policía gordo, con el uniforme sucio y los dientes amarillos les señaló la cola kilométrica que habían visto al llegar. Se miraron el uno al otro como no pudiendo creer lo que les estaba pasando. Se quedaron en la cola hasta el anochecer y finalmente llegaron ante la recepcionista que les preguntó: “¿Cuál es el problema?” “Mi hijo tiene una muela que le duele mucho”, respondió. La mujer lucía una ropa anticuada, anteojos enormes de color verde moho y con cara de déspota les entregó una ficha sin dirigirles la mirada. Él leyó la ficha y asombrado exclamó “¡En un año van a atender a mi hijo! ¡Esto es una urgencia! Mi hijo trae un dolor severo de muela. ¡Esto es una locura!” la mujer sólo dijo “Siguiente” En ese mismo momento el celular sonó y él contestó de inmediato. Estuvo unos minutos platicando y colgó. Volteó hacia su hijo con una gran sonrisa y un tono de voz relajado “Vámonos hijo, una nueva empresa me emplea a partir de la semana que viene. Iremos a una clínica dental particular para atenderte, todo saldrá bien” y le guiñó el ojo.